Era la tarde, era un cielo donde Tláloc imaginaba sirenas y delfines.
Era Louis Armstrong oprimiéndonos levemente el corazón con las lágrimas de su trompeta.
Era Ella Fiztgerald exiliando ángeles a una cúpula de claridades con su voz de furiosa ternura .
Era la sensación de disipar la luz en un cristal como quien pretende herir el aire.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario