domingo, 29 de mayo de 2005



Era la tarde, era un cielo donde Tláloc imaginaba sirenas y delfines.
Era Louis Armstrong oprimiéndonos levemente el corazón con las lágrimas de su trompeta.
Era Ella Fiztgerald exiliando ángeles a una cúpula de claridades con su voz de furiosa ternura .

Era la sensación de disipar la luz en un cristal

como quien pretende herir el aire.

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