jueves, 31 de marzo de 2005

Hablé contigo y una hilera de filos diminutos recorrió las orillas de mi corazón.
Nunca lo leerás, algún día te diré que la luz cambió de color, que el aire entorpeció su circulación cuando tu voz sonó en mis oídos.

Sé que mi ausencia fue muy prolongada pero sirvió demasiado para aclarar varias cuestiones y revelar otras. Parece que la distancia es un cristal revelador de detalles y destellos.

Mi presencia será un vuelo de azares mientras tú regresas.

viernes, 18 de marzo de 2005


Las violentas aguas de la soledad...

miércoles, 16 de marzo de 2005


Un galope de colores, una arco de lujuriosa pendiente mostrando sus intimidades en el cielo. Y la lluvia, y tu cuerpo que se expande, y la desconfianza de la tarde, y los sonidos en mis ojos, y la cadena.

Todavía habitaban mis manos los reclamos furiosos de Fausto, la sonrisa canina de Mefistófeles. Y es que toda la vida cabe en una tarde, ya sea de ausencia o presencia, en una sola.

Quizá esté pensando en tu nombre, es lo de menos que existas.

Ya lo dijo Ernesto Cardenal, “...de nosotros dos tú pierdes más que yo: porque yo podré amar a otras como te amaba a ti, pero a ti no te amarán como te amaba yo.”

Pero no eras tú el motivo esta vez. Ya no serás motivo ni angustia, algún verso quizá.

Agotaré todo lo que queda de ti, abriré mi garganta, sacaré, uno a uno, los versos que dejaste.
Si algo falta, por favor, pídemelo, tendré mis sueños apagados, tal vez la mirada ocupada en otro cuerpo, pero responderé.

Escribo esto a modo de la despedida que no tuvimos, del beso que no llegó.

Terminaré con la última nota de la última hora del último día.

La noche abría las piernas para recibirme.

Wagner, en su cabalgata oscura, no buscaba a Cosima, sino a Isolda.
Siempre la buscó, trató siempre que todos olvidaran a Tristan, la saga era sólo el pretexto.

El tiempo mutilaba sus razones,

yo cabalgando en la potra húmeda de la locura.

Hubo notas de un profundidad altísima, desgarres aéreos, claridades asombrosas, amenazas de fuego. Y al final tú, ahí donde alguna vez desatamos la advertencia del amor, ahí donde la penumbra afectó las lágrimas de nuestros cuerpos, ahí donde tu piel sacrificó todos mis dedos y el espacio era un refugio para la temperatura, ahí, volví a tenerte, ligera, entre los pliegues del aire.


sábado, 12 de marzo de 2005

Seguro azar

Un segundo, una calle, un error, una mirada, un libro, una canción, una flama.

Hoy el azar me dio sorprendentes manifestaciones de su poder. Todo comenzó con un error, con un retardo. ¿Qué mecanismo extraño provoca las coincidencias? No diré las consecuencias paganas que, aunque temporales, provocó tal encuentro.

Luego la flama y José Alfredo Jiménez en el espejo. Sólo cuando tomé el libro tuve conciencia de la canción furiosa que habita en casi todas las cantinas: "Porque soy como soy, sin razón me desprecias".

Luego el rencor, la duda, la cerveza, el diálogo, la ironía, la indiferencia.

Ante tales manifestaciones parece que el universo sí tiene algún sentido.


jueves, 10 de marzo de 2005



Para olvidarte
no necesité más que tu silencio
cerré los ojos
y te cubrí con secas amapolas.


sábado, 5 de marzo de 2005


Ella sintió que la lluvia era sólo un pretexto para cancelar el encuentro. Qué importaba empaparse, arruinar los zapatos, la ropa, mojar un libro, si iban a compartir ese instante, si cada gota uniría más su piel.
Él no bromeaba. Ya varias veces le había advertido sobre su repulsión por el agua.
Cuando ella notó su rostro de enfado era demasiado tarde. Sus brazos empezaban a desprenderse, ya le asomaba la clavícula izquierda, del filoso hueso de la cadera colgaban sus pantalones. Fuen entonces que ella recordó el aviso:

"No permitas nunca que caiga en las aguas de tus emociones".