miércoles, 25 de enero de 2006



Rodolfo Morales: matraca de mujeres

Para Elizabeth, en su día

Oaxaca ha dado diversas muestras de genio en la pintura con Rufino Tamayo, Rodolfo Morales, Rodolfo Nieto y Francisco Toledo. La noche y el día dispersos en la misma tierra, compartiendo un mismo cielo.
La obra de Rodolfo Morales comprende la alegría y la fe de su pueblo, las celebraciones y los sueños.
“Rodolfo Morales, maestro de los sueños”, exposición que exhibe el Museo Amparo integrada por más de 200 obras entre dibujos, biombos, collages y óleos.
Rodolfo Morales nació en 1925 en Ocotlán de Morelos, Oaxaca —un pueblo donde el color no depende de la luz sino de la gente— y murió en febrero de 2001 en su tierra natal. Su labor es preservada por la fundación que lleva su nombre en el ex convento de Santo Domingo del mismo lugar.
Muchachas de risa anónima, niñas de flores, mujeres de rostros pacientes: un árbol de mujeres en el corazón de Rodolfo Morales.
El pintor oaxaqueño ve con ojos de hijo y nieto, detrás de una mujer siempre hay otra mujer sosteniéndola, apoyándola, cuidándola. Siempre una detrás, arriba, o al fondo, una madre oculta que observa y protege de los males: biombo de mujeres.
La figura materna es un tema recurrente en el pintor oaxaqueño, la presencia de su madre es evidente y lo confiesa: “A mí no me cuidan ni vírgenes ni santos, únicamente la sombra de mi madre. “
“Orquesta para señoritas” tiene el rubor y la sencillez de la inocencia. Un grupo de mujeres se desnuda en el aire de la plaza e invita a los transeúntes a escuchar la música de su cuerpo.
Las novias de pueblo son el signo de la celebración. Las novias mantienen
Incluso las numerosas novias muertas no reflejan el terror de la muerte, promueven la fiesta en un altar de flores. Las mujeres detienen los edificios, asean la casa, hacen la comida, cuidan a los niños y guardan el amor.
En “Valentía” un grupo de mujeres con pistola en mano enfrenta una jauría de perros. Es la única obra donde los perros se muestran hostiles y las mujeres tienen gestos de graves. A excepción de este cuadro, no hay rencores, sólo mujeres nubes paciendo en el cielo de Oaxaca y en la casa de Rodolfo.
Los collages de Morales, hechos con retazos de tela y enmarcados con bordado o encaje finísimo, encierran la alegría cotidiana, las sonrisas permanentes. Un niño volando su estrella (papalote), una mujer tomando el sol, una joven en el mercado, un hombre mirando las estrellas, los perros acompañan al hombre en todas sus actividades.
Si en la obra Juan Soriano podemos ver toros azules y en Francisco Toledo cangrejos enormes, en la de Rodolfo Morales abundan los perros fieles y dicharacheros, aquellos que nos siguen silenciosamente, que ladran ante las amenazas y se sientan a los pies para compartir la sombra. Son los perros invisibles que nos siguen aun cuando ya no están con nosotros, los cachorros de la infancia, los amigos incondicionales. Rodolfo es el niño que detiene la estrella, el joven que yace tendido junto a su perro en el campo, las mujeres que inventan el color y la risa desde Ocotlán de Morelos
, Ocotlán de Morales.

viernes, 6 de enero de 2006


Los que se perdieron en su camino predilecto y al escuchar el grito de “regresa” apretaron los dientes y levantaron la mano despidiéndose, no imaginaron estas consecuencias.
Cuando en vez de llegar a tu casa arriesgábamos el cuerpo sobre la noche y no sabíamos más que una respiración profunda y mis manos recordándote y mis segregaciones persiguiéndote con falsa sabiduría y siempre esa concatenación, tu cintura de hélice, tu distancia milagrosa apagándose en cada parpadeo y bajo la puerta un nudo violento de seres imaginarios parecidos a nosotros.

¿Alguien recordará nuestras celebraciones con la misma nitidez?
Lo que se esconde en esas circunstancias no es más que una simulación muy bien elaborada por aquellos que fuimos durante ese tiempo.
Toco, beso, miro, siento, aspiro cristales de eternidad.
Hago esto en conmemoración tuya -mientras llueve-, ahora que las hormigas y las nubes exigen mi testimonio de la tormenta.