jueves, 23 de marzo de 2006



El arcoiris en Cusco apareció sólo un instante.
Eras tú, luz ardiente, visitando mis ojos invisibles.

miércoles, 22 de marzo de 2006



El cielo entejado de Cuzco.

jueves, 16 de marzo de 2006

El aire torcido bajo mi sombra
yo caminando
con incalculable torcedura
en la conciencia
y en los pies

Nadie me vio porque todos me llamaron por mi nombre
al verme dijeron “te tardaste” cuando yo siempre he llegado tarde
cuando ni en la tarde ni en el día he llegado a la hora precisa
acaso en el momento menos doloroso para las celebraciones

Íbame acostumbrando al retraso
a la pérdida de los orígenes y al invento de las llanuras
íbame dando cuenta de las extintas disgregaciones
cuando una llama dejó en mí cadenas victoriosas
instantes rezagados y pinturas de la francia occidental

Yo era —en ese momento— un viandante hambriento
una región de pinos donde los suspiros fueron censurados
durante minutos traté de levantarme
pero la extraña voluntad del futuro
terminó por dejarme con moscas bailarinas
y cocodrilos analfabetos.
Huehues

La banda toca la melodía tradicional.

Ta ra ra ra ra ra rá, ta ta tá.

Los huehues hilarantes.
Una gallina suspendida en el aire.

Ta ra ra ra ra ra rá, ta ta tá.

Un salto.
Sangre.
Rechifla.
El cuerpo del ave sigue aleteando durante cuarenta segundos.
Los demonios —o debería decir las pasiones— transitan por

las calles derramando color y un incienso de alegría.
Los huehues bailan hasta la madrugada
en que “los gallos se despiden dolorosamente”.