lunes, 10 de diciembre de 2007

No cantaré tus costados, pálidos y divinos que descubres con elegancia; ni ese seno que en los azares del amor se liberta de los velos tenues; ni los ojos, grises o zarcos, que entornas, púdicos; sino el enlazar tu brazo al mío, por la calle, cuando los astros en el barrio nos miran con picardía, a ti linda ramera, y a mí, viejo libertino.*

*


:
"Estampa antigua"
*Julio Torri, El ladrón de ataúdes, FCE, México, 1987.

lunes, 15 de octubre de 2007


Pérfido será el juramento hecho.

Un día aquella mirada traerá a ambos la ruina.

Mientras, la noche nos reconoce

como buenos actores de nuestras emociones.

jueves, 27 de septiembre de 2007


jueves, 13 de septiembre de 2007

Me quedo
no sé si es un minuto lo que falta
o un siglo lo que sobra

las botellas del amor están vacías
sucias las albercas del deseo

nado y me apareo
tanta luz entre la manos
tanto sonido entre los ojos
que no acaba de reunirse

los movimientos
la penuria
los temblores
aquel loco zumbido
obligan a dejar el suelo
y extender la sombra.


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miércoles, 29 de agosto de 2007






Guatemala La Antigua
(fragmento)


Se oyen crecer las uñas de tus muertos,
los chorros de las fuentes que sostienen
bailando un tiempo de oro redondo
y sin valor alguno;
tus días desmayados en cojines
de miel y aburrimiento,
y mis gritos que se hacían añicos
con las lentes acústicas creciendo
de arcadas y de cúpulas.


No te muevas.
Lloraría hasta el viento.
Con sólo respirar se rompería
tu equilibro de telaraña.
Y así, como estás en mi recuerdo,
¿quién te reconocería?


Luis Cardoza y Aragón

jueves, 23 de agosto de 2007


Bajo el cielo de las despedidas


jueves, 14 de junio de 2007

No intento el vacío
pertenezco al rumor
al helado silbido de la niebla

aquí tengo mis manos horrendas
mis pupilas espantadas

amarro alambres hermosos a la luna
en la piedra dejo veranos sumergirse

Pertenezco a la lejanía
siempre que la furia
deje sus aullidos en el agua.


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lunes, 4 de junio de 2007



Batalla contra el cielo


Para Valeria, Adrián y Fabián, que soportaron a las fieras.





Era el mes de mayo en el año 2007, México, la Plaza de la Constitución. A un neoyorkino un tanto extravagante e iconoclasta se le ocurrió hacer una foto con modelos desnudos en el ombligo del país. La convocatoria fue general, no hubo restricciones, apenas la mayoría de edad. Pasó casi un mes entre el llamado y la cita. Los rumores eran inminentes y constantes. Hubo quien condenó la osadía, otros vieron en el intento el pretexto necesario para despojarse de sus prejuicios.
La madrugada del domingo seis de mayo los elegidos acudimos a la reunión de soledades. La respuesta fue masiva y superó las expectativas. Los mexicanos querían demostrar que el arte en México era más que la imagen de un indio sombrerudo o la estampa de Frida Kahlo en bolsas para el mandado. Quizá no lo sabían, la respuesta era también una duda sobre el imaginario nacional. Seis de la mañana: casi veinte mil personas esperan instrucciones sentadas en el perímetro de la plaza. Las advertencias lógicas: cumplan las indicaciones, mantengan la calma, si no saben qué hacer hagan lo que la persona que está frente a ustedes. “Nada de festejos”, y las manos entonando un ritmo que une y desata el orgullo. “Ésta es una batalla contra el sol”, y los cuerpos en franca rebeldía dispuestos al sacrificio solar. Sólo la madrugada era capaz de contener tanta desnudez voluntaria. La noche no era propicia, nos habría conminado al tacto y al deseo.
Al fin la orden. Como un gatillo que se cierra, la voz descompuso el pudor y en un instante el espacio era una sinuosa geografía de colores y esencias. Ninguno de los presentes se acongojó, el cuerpo era la palabra y el aire, la astilla en el ojo y la luna en la respiración. Avanzamos lentamente hacia la plaza, cada uno tomó su lugar en el centro de un bloque. Ya no había distinción entre alegres y furiosos, la gran fiesta había comenzado.
Como para cubrir una parte de su desnudez, la masa coreaba frases y ocurrencias, las alusiones a los sexos eran lo más mesuradas posibles, nadie se atrevió a recibir una respuesta que lo abandonara a la impaciencia de los demás. El humor era una manta que ocultaba las partes más íntimas de los congregados. No faltaron las consignas políticas que referían a los dudosos resultados de la elección en julio de 2006 o las expresiones insidiosas contra las autoridades religiosas en estos tiempos tan pendientes de los aconteceres de la vida nacional.
Comenzó el reto. Realizamos las tres posiciones advertidas, las dos últimas entre el dolor del suelo y la naturaleza del frío. Una más desconcertó a algunos: un saludo a una bandera ausente, una reverencia a la patria lastimera y lastimosa, herida, serena y ubicua.
Antes de la segunda posición, frente a la Catedral surgió una leve onda que se convirtió en ola atravesando la plancha del Zócalo, con ella llegó una música de entusiasmo, estábamos en la feria de los sentidos.




Sólo la madrugada era capaz de contener tanta desnudez
voluntaria. La noche no era propicia, nos habría conminado al tacto y al
deseo.



A los lejos y desde las alturas un ejército de voces y miradas “daban fe” del evento. Un rumor fieras oteando en el horizonte de la civilización. Las fieras eran también los furiosos, las criaturas del rencor, los que ven en la desnudez una ofensa para el cielo. Ellos eran una pared invisible que nosotros habíamos derrumbado.
Cuando avanzamos hacia la calle 20 de noviembre la mañana era ya una gran celebración. El frío había desaparecido del cuerpo, nadie halló rastro de decoro en las miradas que flotaban en la redonda piel de nuestro encuentro. Lo estrecho de la calle nos obligó a sentir al prójimo más cerca, a percibir el aroma de ninfas ocultas tras el amargo sudor masculino.
El regreso fue lento y maravilloso, cada uno en su burbuja de esplendor y magia. Nadie la vio, pero nos imaginamos la imagen de nuestros cuerpos cubriendo el pavimento, la historia, la política, el arte, compitiendo contra la desnudez del sol. Las mujeres —ya separadas de los hombres— también se hicieron escuchar: “Sí al aborto”, “Ni una muerta más”. Ellas, a lo lejos, eran una mujer más grande y etérea, una voz de cinco mil corazones en un cuerpo perfumado por el amanecer.
Al final un río de feminidad fluyendo entre nosotros: una mujer desnuda atravesándonos la mirada. En los hombres que contemplábamos el regreso no apareció el más mínimo piropo albañilesco, las miramos pasar mudos, sorprendidos, con la pupila encendida, festejando la valentía y la libertad.
La energía liberada en la plaza se mantuvo en el aire durante varios minutos. Avanzábamos lentamente, tratando de asir una imagen fiel que se estableciera, sin prisa ni presión, en nuestra conciencia. Porque después de todo el Zócalo de la ciudad de México no volverá a ser el mismo para quienes lo pisamos con pies desnudos. El fotógrafo, indudablemente feliz, caminaba entre sus convocados con la sonrisa de quien ha visto nacer una medusa. Quizá la cámara de Tunick, inconscientemente, busca lo mismo que Dostoievski: encontrar al hombre en el hombre.




martes, 8 de mayo de 2007

Un hombre atraviesa una plaza —desnudo—.
Una mujer atraviesa una mirada —desnuda—.
Entre la plaza y la mirada, a punto de ocultarse,
Una luna de hielo extiende su desnudez.
todo apunta a que la pareja —desnuda—
se reconozca y comience su camino a casa.
Todo parece indicar que la luna derretirá su hielo
tras el rastro de los amantes reunidos.
Es muy probable que del aquel encuentro
en el cielo quede una respuesta.
La luna dejó que la plaza se incendiara.
Pero no hay pregunta.
La mujer y el hombre se cruzan en el camino.
Él apenas voltea.
Ella busca algo más lejano y preciso.
En una plaza de hielo el sol descubre
su propia desnudez reflejada.

viernes, 20 de abril de 2007

Baila, baila sobre mí ese
misterio de
humedades que te enseñaron las estrellas,

el coro de colores olorosos de los
colibríes.
Buscaré para ti los versos más delgados,

el acento sin penumbra,

las sinalefas
homicidas.

Estar en ti

Yo no entro en ti para que te pierdas
Bajo la fuerza de mi amor;
Yo no entro en ti para perderme en tu existencia ni en la mía;
Yo te amo y entro en tu corazón para vivir con tu naturaleza,
Para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Solo esta oscura compañía.
Ahora siento la libertad.
Esparce
Tus cabellos.
Esparce tus cabellos.


Antonio Gamoneda


foto: wz

miércoles, 28 de marzo de 2007

Afuera caen guayabas
insectos persiguen un débil resplandor

Era junio cuando llegaste
La lluvia caía como un soneto
en los ojos gongorinos del verano

Reciclabas papel ceniza, con vidrio pulías el aire
luces congelábanse en el cuarto cuando la puerta sentía tu paso

Intenté quemar mi ciudad antes que las ratas emigraran
quise invadir mi pantano de profesores y reseñas
quise pensar pero sólo deseo engendré contigo

Era esclavo de palomas carnívoras
pasto ebrio para la soledad

No hubo preguntas
Cuando alcancé mirar al oriente de mis horas
el calor ya exponía sus huesos amarillos.



miércoles, 14 de febrero de 2007


plataforma
El ritmo de cada vida titilando en la intemperie de las sombras.