miércoles, 11 de febrero de 2004

De mensajes e intuiciones

La comunicación ha rebasado el mero contacto subjetivo con el otro. Ahora es también físico, lo sientes, lo escuchas y hasta puedes verlo. Esta cercanía provoca el deseo de un contacto, sino permanente, sí cotidiano.
Ayer recibí las siluetas de un mensaje donde todas las palabras tenían algo de color en su geometría. Los avances tecnológicos nos han impuesto la necesidad de esperar una vibración o un timbre que anuncie nuestro vínculo con la realidad y nuestras fantasías.

Aparte de las complicaciones de la tecnología moderna, me inquietan las teorías surrealistas sobre el inconsciente y el sueño. Sartre y el psicoanálisis están repercutiendo en buena parte de mi pasado. Negar el yo, criticar la nada, suponer el “desorden sistemático de los sentidos”, actividad cotidiana para un niño normal.
¿Qué prefieres -me dice el placer- la decencia o la locura?
La respuesta es obvia para todos aquellos libres de traumas y complejos.
Sea Electra o Edipo el signo mitológico que rige nuestra actividad onírica, los impulsos de alguna patología mental están latentes en cada uno de nosotros.

No todo ha sido pscio-tecnología, un día, La bondadosa linfa de la tarde poblana nos dirigió Miguel y a mí, (no confundan Miguel con Miguel), a una cantina llena de reflejos, acogedora, iluminada y céntrica por demás, casi catedrálica.
Hablamos del amor, la mujeres –es lo mismo pero no es igual- el futuro, nuestro futuro. En gran medida, nuestros encuentros se deben a los pliegues que el azar va liberando y construyendo en la ruta asimétrica de nuestras vidas.

Yo prefiero una cerveza fría en una cantina donde los olores son cotidianos por permanentes. Y las pocas cervezas de esa ocasión, contribuyeron a perpetuar tal olor y ese pliegue donde aventamos piedras y quejas cuando nadie nos observa.

¿Un mensaje puede crear un pliegue capaz de aproximarnos al placer y la locura? Responda quien se atreva.
A mí como a Cortázar, “la idea de desencadenar algo, cualquier cosa, me parece oscuramente necesaria”.
Sirva este mensaje como pretexto para liberar –y fomentar- todos los oscuros deseos de mi necesidad.

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