domingo, 30 de enero de 2005

Hoy besé a la muerte en la sonrisa


A Florita †
A tu innecesaria ausencia


Hoy besé a la muerte en la sonrisa. Fue un beso tan tierno, tan suave, tan cálido y frío al mismo tiempo. En mi rostro quedó la mueca trágica, el rictus inconfundible de la fragilidad.

Y es que mi linaje poco a poco ha ido desapareciendo. A mi árbol genealógico se le están secando las raíces. No conocí la sangre intensa de mi abuelo, su guitarra enamorada, la felicidad permanente que lo envolvía. Pero mi abuela ha sabido dejarme en la mirada su sonrisa. De ella tengo la terquedad, el gusto por el café y la soledad obligatoria. Ella supo guardar los besos clandestinos de él, sus nocturnas serenatas.

¿Y cómo no guardar la luz equinoccial, el rumor del río, si todas las respuestas quedaron incrustadas en el valle?
¿Cómo olvidar la noche estival en que te tuve, el perfume onírico del azahar sobre tu cuerpo?

Te fuiste ayer, hubiera querido acompañarte pero ya la vida estaba cobrando mis desatinos.

¿Qué hacer cuando la muerte nos sonríe y la vida nos escupe sus bilis fúrica?

Al despedirnos, dejé una profunda lágrima en tus cabellos,
tú ya no volteaste, esperabas la muerte desde el azul dulcísimo de tus ojos.


29eneroIImil5


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