jueves, 21 de julio de 2005


Una noche
al llegar a mi cuarto
después de una tarde periférica
una sirena en mi cama
luego anémonas en mi piel
peces en mis ojos
tortugas navegando por mi manos

naturalmente
me sorprendí
no todas las noche encontramos
una sirena en nuestras sábanas
el mar no visita los rincones con regularidad

quise tocarla
y al mirarme despejó
un agua de cristales

(violenta sirena del pacífico
dame tu plumaje
tus limones iracundos
la temible espuma de tus dedos)

no me hizo caso
me llamó idiota
me regaló fantasmas
hizo de mí un pirata
me besó

cerré los ojos
y seguía ahí
ella
su diferido resplandor
el silencio constante
esa piel de sirena sobre sirena
ese inminente temblor
ese terror letal
para totalizarme
versariamente
en cada punto del placer

cómo no dejarme naufragar en sus arenas
cómo neutralizar el cálido veneno de sus mordidas

ya no tengo latido sin respuesta
sólo una sirena en mi corazón

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