lunes, 13 de junio de 2005
Javier Marín y la
soberbia de la carne
Hay un resplandor en la anatomía de los cuerpos, una ligereza que resplandece y nulifica la gravedad, una robustez que no estorba.
Cuerpos plenos. Organismos soberbios, ansiosos por demostrar su vulnerabilidad y su imperfección.
Con su obra, Marín nos cuestiona: ¿Para qué sirve la desnudez sino para reflejarnos?
La posición de sus seres, humanos sólo en apariencia, es una actitud ante la vida, ante el espacio, ante las fuerzas físicas y poéticas del mundo.
La mujer siempre está celebrando secretas relaciones con la intemperie.
No se reserva las sensaciones lúbricas que le profiere la luz.
Él es más grande, sus intenciones son más solemnes: observa, pregunta, gruñe, se asombra, complace, afirma, duda, siente.
Ella promueve la luz, él atrae la oscuridad.
La gravedad los separa.
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