domingo, 24 de octubre de 2004

A punto estuve de ingresar en las filas de la melancolía. Eran tardes húmedas, noches solitarias. Todo comenzó en un café de nombre a trevi do. Mi vista en la dirección correcta. Su voz en el tono preciso.

Una ligera tentación de contacto,
concierto de caricias entre silencio y sonido.
Despertamos entre medianas luces.
Un rumor de asfalto presidía los diálogos.
Yo en ella.
Ella en mí.

En nosotros la noche .
Segmentos irreconciliables de distancia.
Luz y palabra en expansión.


Una tristeza de narcóticas posibilidades iba adhiriéndose a mis costillas.
Encuentro instantáneo el nuestro, gemidos de colores.

Pero había que regresar,
depositar el sueño entre páginas pretéritas,
cerrar los espacios del recuerdo.

Anduve caminando los pasillos de la soledad.
Cada esquina,
cada tibia separación de las manos
fue uniendo las respuestas.

Una flecha de celebraciones invadió mi corazón.

Entre su luz estoy
y lo espacios de su carne.

Promuevo
su recuerdo
desde la paredes angélicas
del placer y la nostalgia.

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