jueves, 23 de septiembre de 2004

Anoche



Soñé que me besabas.
Fue una tentación para no despertar, para abandonarme a las calles eternas del sueño y la contemplación.
Con qué inevitable tacto tomaste mi rostro, exijiste hacia ti mis labios ateridos.
Sorpresa, emoción, me invadió un irrefrenable sentimiento de totalidad.
Cómo lo olvidado nos invita a su reconocimiento, cómo terminaron nuestros encuentros espóntaneos, qué secretas manifestaciones del azar nos llevaron a coincidir en el espacio onírico.
Parece que aún tenemos asuntos correspondientes...

Nada como tu noche sobre la mia.
Qué canción aquellos tus labios taciturnos,
la saliva del calor en movimiento.

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