jueves, 11 de marzo de 2004

La mosca

Eso, una diminuta soledad, un espacio personalísimo donde la realidad tenga un sentido propio, legible al menos. Pero qué digo! siempre la más inteligible realidad es la que uno vive. De ahí la duda, de ahí la certeza de que todo valor es siempre relativo, proporcional a la intuición que tengamos en ciertas circunstancias. ¿Es entonces, una sala de espera donde el azar nos elige para complacerlo? ¿En determinado tiempo somos las cifras útiles para la premiación? ¿Acaso todo transcurre en la misma dirección que elegimos para abandonar la calidez del útero? Afirmar o negar sería lo mismo que una mosca huyendo de las garras de mi gato, mas no de su mirada, presa hace ya bastantes piruetas. La mosca, su vacilación y su cobardía, la soberbia y la burla de quien tiene las alas y el tamaño suficiente para despojarnos del sueño y la paciencia. Nuestra soledad, tan ecuánime en la sala de espera, y la mosca, el pequeño punto negro en la claridad del pensamiento. ¿Qué nos queda? Tratar de capturarla, aplastarla como método de individuación o seguirla ininterrumpidamente mientras llega nuestro turno en la ruleta.

No hay comentarios.: