jueves, 18 de marzo de 2004

Baile

Existen innumerables formas para alcanzar el instante extático.

¿Puede lograrse el alumbramiento, la iluminación, con el baile?

No tengo todavía la certidumbre, puede ser que lo confirme, pero son ya varias las ocasiones que he estado apunto.
Si no, fue lo más cerca que estaré jamás.

Utilizar los sentidos con la música del licor y el alcohol del sonido resulta tan placentero como el contacto del infinito. Práctica, casi todo es cuestión de práctica.

Las peripecias del swing y los resuellos del jazz pueden ayudar mucho.
Media luz. Volumen elevado pero que pueda hablarse al oído en voz baja.
Comienza la exploración, el recorrido del tacto por el cuerpo.
La disposición del espíritu es decisiva para lograrla.

Tocar las manos, los límites de la piel en movimiento.

La comunión que se logra cuando se baila sólo es comparable con la del amor carnal.
Crear y seguir la sinfonía del riesgo y el equilibrio.
Caer y levantarse, una caída dulce, suave, demasiado violenta para exaltarnos.

El giro, darles un giro a las cosas, un giro a nuestras vidas.
Esa es la decisión.

Aún una persona arrítmica pude alcanzar la intensa sensación de girar en un círculo eterno.
Basta encontrar el momento y la persona precisa para entra en él.


Desde hace algún tiempo,
creo que no puede hacerse el amor más que girando.

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