martes, 5 de septiembre de 2006




Lámabase Teresa
y en la noche inútiles pintaba mi boca de rumores.
Háblabame tranquila y serenamente con sus ojos enlutados.
Yo veía enjambrarse tras los párpados su catarata de modulaciones.

¿Para qué sirve tu voz, Teresa, sino para extender tus dominios en el aire?

Yo que la conocí puedo decir que cuando cantaba la luz avergonzábase de su palidez.
El sol deteníase a contemplarla y apagaban la velas su vuelo en el puerto donde nació.
Agora que lembro, el aire desvanecíase cuando ella soñaba.

Afuera las guayabas maduran al escuchar sus pasos de penumbra.

En su voz vientos y garzas copulaban, se llamaba Teresa.


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