viernes, 6 de enero de 2006


Los que se perdieron en su camino predilecto y al escuchar el grito de “regresa” apretaron los dientes y levantaron la mano despidiéndose, no imaginaron estas consecuencias.
Cuando en vez de llegar a tu casa arriesgábamos el cuerpo sobre la noche y no sabíamos más que una respiración profunda y mis manos recordándote y mis segregaciones persiguiéndote con falsa sabiduría y siempre esa concatenación, tu cintura de hélice, tu distancia milagrosa apagándose en cada parpadeo y bajo la puerta un nudo violento de seres imaginarios parecidos a nosotros.

¿Alguien recordará nuestras celebraciones con la misma nitidez?
Lo que se esconde en esas circunstancias no es más que una simulación muy bien elaborada por aquellos que fuimos durante ese tiempo.
Toco, beso, miro, siento, aspiro cristales de eternidad.
Hago esto en conmemoración tuya -mientras llueve-, ahora que las hormigas y las nubes exigen mi testimonio de la tormenta.

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