viernes, 18 de noviembre de 2005

Cuento para sirenas insomnes

Tuvo que transcurrir tanto tiempo para que pudieran encontrarse.
Tanta inservible rutina.
Estaban cerca, demasiado.
Ella en la verde música del mar, él en la caja negra de la literatura.
Una vez, solos, de noche, en una calle, se encontraron, pero no se reconocieron.
Caminaban paralelamente, casi tocándose, casi besándose, casi perdiéndose.
Una hora, un minuto, unos pasos los separaban.
Ella dibujaba mariposas en el agua. Sus movimientos
Él, apartado del alboroto, interrumpía los ciclos lunares.

Cegados, casi en silencio, atravesaron la vértebra penúltima del instante.

La penumbra seguía.
Hasta que, por un azar incomprensible, se encontraron.
Y ella no tuvo más lunares que las huellas corsarias de sus besos.

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